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jueves, 17 de junio de 2010

LAS VACACIONES

"Ocho días antes del periodo oficial de vacaciones, ya la mayoría de nosotros que estudiábamos en Morelia teníamos lista nuestra maleta para regresar a casa"




C. D. Ramón Godínez Gutiérrez




Queríamos apurar al tiempo, los días se hacían eternos, hacíamos y rehacíamos maletas por algo que se nos había olvidado y así las cajas de cartón muy socorridas las de jabón Ariel o si no se quería llevar más, se buscaban las del empaque de huevos que eran súper resistentes al recio manejo, y alguno que otro de nosotros portaba orgulloso un desvencijado Veliz de lamina y que un buñuelo tendría menos arrugas, pero era que éste ya había pasado por varias generaciones.

Era por lo general un viernes y a eso de las 10.30 de la noche cargando nuestro equipaje nos dirigíamos a la terminal de los Verdes, así llamados los Autobuses de Occidente que venían de paso de la ciudad de México, y tenían su terminal en la avenida Madero muy cerca del cine Morelos, también pasaban los Tres Estrellas de Oro pero era muy caro para nosotros así que preferíamos a los Verdes.

Al llegar el camión todo era apresuramiento por encontrar un lugar disponible, y cuando por fin aparecía el chofer y con voz de medio adormilado nos decía. No hay lugares quizá hasta Zamora o Jiquilpan, pero si quieren pueden irse en un asiento adicional, que consistía en una tabla que se sostenía entre los bordes de los asientos de cada lado, y los que viajábamos nos veíamos con resignación y aceptábamos las condiciones. Queríamos llegar.

A poco rato de iniciado el camino empezaba el sufrimiento de la incomodidad de la tabla y el sueño también ayudaba y decidíamos mejor tirarnos en el piso del camión donde no pocas veces recibíamos un pisotón, escupitajo de algún pasajero mal intencionado y también olores no muy gratos.

Adormilados escuchábamos al chofer decir ¡Zamora! y nadie bajaba pero siempre subía un vendedor a las tres de la mañana que recorría el pasillo y ofrecía ¡Gelatinasssh, gelatinasshh! y por supuesto no era tan afortunado en la venta, por fin Jiquilpan y dos o tres gentes desocupaban y así de rato en rato compartíamos asientos hasta que llegábamos a Colima frente al Jardín Núñez donde tenían su terminal.

Grupo de estudiantes disfrutando de sus vacaciones en Villa Victoria: Eduardo Larios Trujillo (Lalo) (qepd), Hugo Pineda Mendoza, Ramón Godínez Gutiérrez (Monín), Alfonso Gutiérrez Martínez, José Tobías Trujillo Larios (Chelo o Toby) y Teresa Calvillo Espíndola (quien se unió al grupo de Escuelantes para la foto).


Recuerdo que ya después de desamodorrarnos llegábamos al puesto de jugos y licuados que allí mismo en el jardín, muy temprano ya podíamos disfrutar de un rico Choco Milk con mucho hielo picado, apropiado para el clima de Colima, solo costaba un peso (sin huevo) a veces quitábamos el popote al vaso y así trago a trago lo disfrutábamos para luego limpiarnos los bigotes dándole una pasada a todo lo largo del brazo, después nos íbamos caminando a la Cooperativa para apartar lugares , siempre procurábamos los de la fila de adelante o preguntábamos por la caseta, así nos librábamos un poco del polvo y nos sentíamos mas importantes al llegar a Villa.



Aquí tomando un receso durante la agobiante pero a la vez deliciosa travesía desde la Cd. de las Palmeras hasta la tierra de los Jacanicuiles. El conductor del camión: Sr. Leonel Trujillo Gutiérrez, posa orgulloso con su mueble junto a un distinguido grupo de pasajeros.


Y así a las 10.30 ya con las recomendaciones para el cuidado de cajas y belices amarrados en el capacete del camión, e insistiendo ¡por favor no se vayan a sentar en el equipaje! todos apretujados iniciábamos el camino y llegando a la desviación a Tepames había la oportunidad de subirse al capacete y empezaban las recomendaciones del chofer en turno. ¡El que quiera montarle al capacete, móntenle, pero apriétense bien el barbiquejo porque no hay paradas y por favor no se sienten en las cajas y los belices de los muchachos! Allí iniciaba el baño de tierra.

Después de algunas horas la llegada a Estapilla a comer con Chencha donde siempre había lo mismo, carne de puerco con chile, frijoles fritos, a veces tortillas recién hechas y un calor sofocante que era donde aprovechaba aquel señor que le apodaban Guano y que vendía ricos helados que transportaba en un barril de madera desde Colima, para hacer su agosto.

Ya con la “panza” llena, la pasada del puente del río grande que era dirigida por el ayudante del chofer y la gente escuchando el crujido de las vigas y presintiendo que en cualquier momento podíamos caer al río, cosa que parece nunca sucedió.


Más o menos en estas condiciones viajábamos desde Colima a Villa Victoria. Aquí un grupo de pasajeros queriendo abordar la canoa para cruzar el Rio Grande, debido a que era la temporada lluviosa y el puente de vigas había sido arrastrado por la creciente, como cada año sucedía, a menos que fuera rescatado antes de las primeras lluvias.


El aire caliente empezaba a hacer estragos en los desvelados y ya en "La barranca de la amargosa" los primeros macetazos en la tabla de enfrente se empezaban a sentir y por algunos momentos nos volvían a despertar, pero era tan intenso el sueño que más de tres o cuatro veces nos sucedía lo mismo, no surtía efecto la embarrada de saliva en los parpados. De pronto fuertes golpes en la caseta. ¡Párate, Parate; Dile que se pare! ¡A éste vale le viene haciendo el carro y ya se vasquió! y así entre gajos de naranja, restos de pitaya y otros alimentos desocupaba la panza que hacía no mucho rato había llenado. ¡Ponle una moneda de cobre en la mano, que la apriete, o ahorita que lleguemos a "El Zapote" cómprale una Fanta con Alka Seltzer! eran las sugerencias que le hacían al acompañante del mareado que por supuesto ya también sus ropas llevaban huellas de la desgracia.

Tramos de río que eran parte del camino, olor a tierra mojada y las olas y salpicaduras del agua hacían mas divertido esa parte del camino por donde circulaba el camión; por cierto, alguna vez me tocó por lo profundo del río, quedarnos metidos un buen rato en éste, sobre todo en El Paso del Cacao entre "La Minita" e "Hihuitlán".

"El Salitre de Copala" representaba la última parada y casi siempre acompañada con la música del tocadiscos de Arcadio Cuevas con canciones de Las Jilguerillas y no faltaba que algún conocido con un vaso de veladora en la mano, te invitara un trago de una cuba preparada con mezcal y una pepsi (al tiempo) ¡dale un pegue vale, pa' ver como quedó! y no tenias que hacer el desaire y la insistencia ¡No, no, no dale uno grande, que te sepa!

"Los Platanitos" el aire fresco, el olor de los árboles de cabezos en "La Parotona" y de pronto el caserío alineado en las calles serpenteantes de nuestro querido pueblo, el paso por los guardaganados y la bajada por"El Reparo" entre los últimos bamboleos truenos, del escape del camión como presintiendo que habíamos llegado los ojos y pelos tiezos con el último baño de tierra, nos reacomodábamos en los asiento para ir saludando felices a la gente que encontrábamos.

Y sí. Después de saludar a la familia, un rápido regaderazo para estar listos en el jardín con los amigos, ponerse al tanto de los acontecimientos, esperar la llegada de las muchachas a la hora del Rosario y ver la posibilidad de algún romance -que ellas ya no nos creían-. Y así todas las noches entre escuchar música del tocadiscos del puesto, invitaciones de refrescos, cacahuates , naranjas chicles, un Tín Larín o cualquier otra golosina y andar vuelta tras vuelta en el jardín transcurrían las dos horas que duraba el encanto, porque antes de las diez éste quedaba vacío y entonces a correr a dormir.


El Jardín, resguardado por el templo, lugares de reunión predilectos por jóvenes de aquella época para disfrutar sanamente y en paz de la tranquilidad que ofrecía nuestro pueblo.


Así a los pocos días llenos de recuerdos y nostalgia, y el haber comido de todos nuestros antojos, sobre todo en la tarde saborear los exquisitos virotes con miel de la panadería de Chuy Larios regresábamos de nuevo al estudio y esperar de nuevo: LAS PRÓXIMAS VACACIONES.


Con el gusto, el afecto y cariño de siempre los saluda.

C. D. Ramón Godínez Gutiérrez

Morelia, Michoacán Junio de 2010


1 comentario:

arqbar dijo...

Hola,Payle.
Esta totalmente muy bien descrito,FELICIDADES! como sugerencia ya en el regreso a Morelia. Habria que regresar con pan de Villa, que comparadolo este, tiene un savor unico.

SALUDOS Y UN FUERTE ABRAZO!

RICARDO.