Todo inició con el interés que su Tío Rafael
Oseguera Velázquez, administrador de la oficina de telégrafos, observó en el
joven de escasos 17 años, quien con gusto aceptó la propuesta de éste para
trabajar como meritorio en la oficina, primero como mensajero y luego como
telegrafista.
Muchos recuerdos fluyen a su mente, como aquel cuando su Tío
Rafael Oseguera le pidió que llevara un telegrama con carácter de urgente al
Rancho El Pozo, con Toño Larios _pero te vas ahorita porque es una emergencia,
sentenció su Tío_ Sin mediar palabra,
tomó la libreta de Acuses de Recibo y se marchó. Serían como las 12 del día,
indica. Pidió permiso a su padre y salió corriendo, atravesó el panteón nuevo
con la velocidad de una liebre, quizá por el miedo que manifestamos los humanos
al pensar en la muerte o posiblemente porque así lo ameritaba la urgente
comisión que le había sido asignada. Corrió y corrió por “La pedreguera”
llegando a El pozo en 45 minutos.
Toño Larios, con la parsimonia que le
caracterizó, lo recibió con cierta sorpresa – ¡ehhh muchachito! ¿Que haces por
acá? Preguntó. Nada, respondió con cierto jadeo, aquí le traigo este telegrama, ¡ahh! Fírmele
aquí, onde, respondió Don Toño con algunas
dudas, aquí sobre la línea, le dijo ¡bueno!
Después de la entrega-recepción de
rigor del telegrama en cuestión, Don Toño dice: ¡Gracias muchachito, me saludas
a tu papá y le dices a Rafael que muchisísimas gracias!
Una vez cumplimentada
la primera etapa de su valiosa comisión emprendió su regreso de la misma
manera: ¡corre, corre y corre! Llegando a la Villa una hora antes de que
abrieran la oficina, por la tarde.
Llega a su casa, toma una ligera ducha y
regresa a su lugar de trabajo, encontrándose con un iracundo jefe _Y luego, ¿que
estás haciendo aquí? Cuestionó, ¡no te dije que el telegrama era con carácter
de urgente! ¿Que pasó porqué no lo has llevado? Y de donde saca que no lo ha llevado. Estira
la mano y le muestra la libreta firmada. Don Rafa, con el entrecejo arqueado
por la duda y observando el acuse de recibo, preguntó: ¿Que acaso andaba Toño
por el pueblo? ¡Noooo, fui hasta allá! ¿Cómo? ¡Pero si hasta perfumado andas,
muchacho! ¡Pues ya ve! contestó el joven con un dejo de orgullo. ¡Bueno, pues siendo
así, te felicitó muchacho! esto me dice que quieres quedarte con la chamba,
finalizó diciendo.
Hasta ahorita quizá algunos se pregunten ¿a
quien se estarán refiriendo? Otros, tal vez hayan sacado ciertas deducciones, si es que
vivieron en los inicios de los 60’s en Villa Victoria. Bueno, pues se trata del
joven, en aquella época, J. Guadalupe Calvillo Cárdenas (Lupe) quien inició a
laborar en la oficina de telégrafos y continuó cuando el Sr. Isidro Pineda
Gutiérrez se hiciera cargo de ésta, al retiro
de Don Rafael Oseguera.
Lupe Calvillo, flanqueado por los Sres. Agapito Godínez e Isidro Pineda en la época en la que hacía sus "pininos" en la oficina de telégrafos de Villa Victoria. |
Lupe, con una gran cualidad para recordar
eventos pasados, narra a detalle esta época juvenil vivida en Telégrafos
Nacionales y recuerda de manera nítida anécdotas por el vividas en los
diferentes lugares donde sirvió como mensajero y telegrafista: Villa Victoria,
Coalcomán, Tijuana y Cocula.
Vacacionando en Villa Victoria. Como no recordar esas épocas de la adolescencia trepado en los lomos del burro y estrenando huaraches colimotes |
Recuerda por ejemplo, que en Coalcomán, siendo
administrador de la oficina Don Quintín Oseguera, alguna vez fue mensajero
substituto, durando períodos breves de servicio en aquella población.
Mi Tío
Quintín era muy “vacilador”, dice Lupe, cuando llegaba un parroquiano a poner
un telegrama, al pagar el servicio, casi nunca había cambio. Decía _Mira, del telegrama
son $1.25, de tus $5.00 te sobran $3.75 por el momento no tengo cambio, pero ve
a la tienda de la esquina y cómprate $2.00 de leña.
El entendido usuario del
servicio regresaba con un tercio de leños y preguntaba: ¿donde se los pongo Don
Quintín? ¿Qué? Replicaba éste. ¡La leña, le contestaba! ¡Pues ponla donde
quieras al fin es tuya! No, pero Ud. Me dijo que. . . ¡No, no, no! Yo solo te
sugerí que cambiaras tu billete de $5.00 comprando leña. . . ¡ahh que Don
Quintín, tenga, cóbrese el telegrama! ¿Y la leña? _Haga lo que quiera con ella,
finalizaba el parroquiano, quien terminaba por marcharse muy enojado.
Una vez
que se iba, observándome por encima de los lentes, que se ajustaban
perfectamente en la punta de su nariz, me decía: ¡agarra el tercio de leña y
mételo debajo de la chimenea! Dado que Él mismo rentaba uno de los cuartos de
su casa, habilitado como oficina.
Y hay muchas anécdotas más, que después y con
toda calma trataremos de relatar a Uds. Esperamos que las nuevas generaciones
valoren “la historia viva” que podemos encontrar en nuestros amigos, nuestros “paisanos”
un poco más grandes que nosotros y que entendamos que el desarrollo de los
pueblos se da en base al cariño que le profesemos a nuestra tierra, saber de
donde venimos, a donde vamos y que las experiencias ganadas a lo largo de sus
vidas sirvan para acrecentar nuestro cariño por la tierra, por la bendita
tierra que ha sido testigo de nuestros nacimientos.
Un saludo para todos.
JOSE RAFAEL TRUJILLO TRUJILLO