Villa Victoria, Michoacán. Fotografía tomada por el Dr. Hugo Rene Larios Trujillo |
Recordar. . .
¡Recordar es volver a vivir! reza por ahí algún dicho que los humanos
inventamos. Y esto es muy cierto, más aún
cuando dependemos en gran medida de la tecnología que, en función del tiempo nos ha permitido
valernos de ciertos instrumentos para ayudarnos con este proceso de regresar en
éste, tal es el caso de las fotografías.
Recordar a través de las fotografías nos ofrece
la posibilidad de estar en algunos lugares entrañables, pasar algún rato con la
familia, los amigos o simplemente transportarte en el tiempo a alguna de las
épocas en las que la felicidad asomó a tu puerta o en su defecto la desgracia. Adicionalmente,
las fotografías te permiten hacerte una especie de retrolavado espiritual si lo podemos llamar así, por el hecho
mismo de regresarte en el tiempo al lugar mismo donde aún no cometías los
errores o lograbas los éxitos que te han colocado en el lugar y el espacio que
actualmente ocupas.
Si nos referimos a nuestro querido Chinicuila y si hablamos de fotografías, inmediatamente vienen a mi memoria Don Martin Olivares, Baltazar Espindola y José Calvillo, o no? Para quienes tuvimos la suerte de vivir mas o menos entre finales de los 60’s, 70’s sabemos que ellos destacaron en este oficio con las famosas cámaras Polaroid.
Grupo de profesores de la Escuela Primaria Jose Ma. Morelos y Pavón, en Villa Victoria. Fotografía cortesía del Profr. Rubén Venegas (al centro) |
Baltazar quizá, más moderno, dado que Don Martin utilizaba la cámara fija de estudio, en donde el fotógrafo debía cubrirse con un lienzo negro con objeto de que la luz no velara los negativos; en cambio Balta hacía gala de su oficio, al utilizar la polaroid portátil instantánea con flash de cubo removible. José Calvillo, tenía por "hobby" la fotografía y como iba y venía "al otro lado" tenía la facilidad de adquirir sus cámaras en cada uno de sus viajes de trabajo.
Baltazar Espíndola Sánchez y su servidor en alguna visita a nuestra querida tierra: Chinicuila del Oro |
Recuerdo especialmente una fotografía que me
tomó Baltazar justamente el día en que el Padre Alberto Terríquez y sus acompañantes sufrieran terrible
accidente aéreo que les costo la vida. No recuerdo la fecha exacta, pero mi
Padre como siempre con una cualidad especial para guardar fechas, inscribió la
referencia en la parte de atrás de la fotografía.
Debí contar con 5 o 6 años de edad, vestido con pantaloncillos cortos, manchados seguramente por la pulpa de las cabezas de negro, resortera terciada al pescuezo –arma predilecta de los pequeños de la época- y sobretodo, una gran sonrisa, plena, sin poses, sin preocupaciones, solo por el hecho de salir en la foto y observarte casi de inmediato, gracias a la fotografía instantánea y obviamente al gran Balta.
Debí contar con 5 o 6 años de edad, vestido con pantaloncillos cortos, manchados seguramente por la pulpa de las cabezas de negro, resortera terciada al pescuezo –arma predilecta de los pequeños de la época- y sobretodo, una gran sonrisa, plena, sin poses, sin preocupaciones, solo por el hecho de salir en la foto y observarte casi de inmediato, gracias a la fotografía instantánea y obviamente al gran Balta.
¡Ah! que recuerdos.